Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20140225

La marcha



Relato inspirado en "Con nombre de guerra", de Héroes del Silencio.



Assenne se ve en el espejo. Decide cambiar su cabello de rojo a azul y oprime para el ello el botón respectivo de su control capilar. También cree que quiere llevarlo un poco más corto hoy. Otro botón, y listo.

El microvestido sería lo mejor para la visita de hoy. "Cadetes", recuerda. Suspira resignada y opta por un mono de pantalones, para facilitar el camino hasta la base.

Vive fuera de la ciudad, lo que le dificulta las visitas a los clientes en la metrópoli, pero no a los de la base. Su chip de roles no tiene permiso para abordar los trenes ultrarápidos, pero sí cuenta con privilegios para los transportes de campo. La base, sin embargo, queda a un par de kilómetros de su casa y esta vez se le antoja ir caminando.

A los primeros metros andando recuerda por qué no le gusta caminar: se encuentra sola consigo misma y entonces comienza a pensar. Detesta hacerlo, siempre lo ha evitado con todo recurso disponible: sicoestimulantes, música, lectura de historias sobre vidas ajenas. Enciende su audífono y espera que las notas estridentes le ayuden a enajenarse de sus recuerdos.

Es en vano. Se ve a sí misma nuevamente como la infante 2987 del orfanato. Recuerda su escape a los 12 años, su paso por las capillas de reorientación y su final asignación como meretriz cuando recién cumplía 15. "No llores", le había dicho la oficial que la llevó a la implantación del chip de roles. "Todos somos importantes, hagamos lo que hagamos. Vas a ayudar a la pacificación con tu trabajo, a eliminar tensiones que podrían convertirse luego en violencia".

Ella había soñado con ayudar a la pacificación, pero no de esa manera. Ir a las bases le gustaba. En su niñez había visto a las cadetes sin poder evitar fantasear con convertirse en una de ellas, con viajar en el tiempo y evitar aquel ataque al sector noreste de la ciudad que la dejó huérfana, medio sorda, con dificultades para mover un brazo y una cicatriz en el rostro, que le borraron poco antes de su asignación de rol.

Ahora iba a la base. Le habían encomendado a miembros nuevos de la tropa. Tendrían misión en un par de días y el gobierno les había aprobado un pase verde para esa noche.  Entró despacio, llegó antes que las demás mujeres asignadas a la unidad y saludó a un par de oficiales que ya conocía.

Había pensado ya en huir. Había considerado escapar. Hasta se le había ocurrido enojar a alguno de aquellos oficiales para que un golpe de láser acabara con aquella vida que otros habían escogido para ella.

Pero ese día sonríe, avanza sin prisas al galpón donde la esperan los cadetes. Sabe que esa será su última asignación. Ya ha calculado que la inexperiencia y los nervios de estos jóvenes serán factores a su favor.  Entra y saluda. "De una forma u otra, esto termina hoy", piensa, y cierra la puerta.

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