Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150115

El exterminio

Para Jacinta,
porque se lo debía.

- Relato inspirado en "Jeremy" de Pearl Jam -

Luego del estruendo tan propio de los desastres, vino el silencio.

El chico tenía 17 años, estaba terminando bachillerato e iniciado muchas cosas que le prodigarían un buen futuro.Como todos, tenía una madre, como pocas veces también tenía un padre responsable, algo mandón y regañón, pero al final, un buen padre... dos hermanos y mariposas en el estómago.

Para efectos de reconocimiento, digamos que se llama Ernesto, podría llamarse de cualquier forma, en la bastedad de seres humanos que poblamos este San Salvador telúrico, te podes llamar de cualquier forma y jamás, a excepción de tu círculo cercano, nadie te recordará. En este caso, el círculo cercano de Ernesto son su familia y dos amigos.

- ¿Quién se tomó el jugo y no sacó la botella de la refri? - pregunta la madre.
(inserte silencio sepulcral acá)

Pensó que ha de haber sido uno de los tres hijos propios o uno de los dos hijos postizos que siempre invadían el apartamento. Aunque renegara, la señora estaba feliz que pasaran ahí. "Es mejor" pensaba cuando recordaba los altos índices de delincuencia que asolaba la ciudad, prefería que sus hijos (los propios) y los amigos (los hijos postizos les llama ella) pasaran ahí, donde nada los dañaría. Entonces, le pasó la molestia por el jugo tomado y la ingratitud de no sacar la botella vacía. Cerró la puerta de la refri y anotó, con su caligrafía de maestra, en la libreta que estaba colgada en la refri, un mensaje: "Si se terminan el jugo, saquen las botellas vacías". Quizá pensaba que el recurso funcionaría.

Aquella mañana de sábado Ernesto había quedado de reunirse con sus cheros a ver una de esas trilogías geeks, era su forma de apoyo mutuo ante los enamoramientos de las cipotas del edificio de al lado... unas hermanitas, más o menos de la misma edad que ellos y que siempre les otorgan las mejores sonrisitas pícaras y cómplices cuando ellos tres pasaban a comprar el pan o cuando iban para el colegio.

Suena el timbre y Ernesto sale a abrir la puerta, al abrir, el rostro rojizo y lleno de acné de Rodrigo apareció y el protocolario "qué ondas, cerote" no se hizo esperar. Solo faltaba que llegara Gerardo y darían rienda suelta a la hueva. Para mientras, Rodrigo y Ernesto se fueron a la cocina a saquear la refri y empezaron a preparar el botín alimenticio para 9 horas de criaturas mitológicas y fantásticas, tanta hermosas como extraordinarias... tan parecidas a las cipotas del edificio de al lado. Por supuesto, ninguno de los tres adolescentes hablaría abiertamente de ellas, pero todos harían referencias a todo eso extraño que sienten y sangran al verlas o recordarlas.

Luego del estruendo tan propio de los desastres, vino el silencio.

Ernesto alcanzó a ver la libreta que colgaba de la refri justo a su lado. No sabía si saldría vivo de aquello, Rodrigo no lo había logrado y yacía a unos cuantos metros, con la mirada perdida en la muerte que le llegó demasiado temprano. Sabía que Gerardo iba de camino y que al ver el edificio derrumbado suplicaría ayuda para buscar a sus amigos. Lo malo es que no sabía cuánto se tardarían su amigo y su familia en encontrarlo, le dolía todo y tanto que si aquello no pasaba en una media hora máximo, moriría. Lo sabía. Se lo confirmaba la sangre que manaba de su pecho.

Tomó la libreta y pensó en dejar un último mensaje, algo que le perdurara a alguien para siempre. No a sus padres, no a sus hermanos... a Gerardo, su gran amigo desde kinder 5, el hijo postizo de su familia.

"Caele", decía el papelito que tenía entre sus manos Ernesto cuando lo encontraron. Tenía tres días de estar soterrado entre concreto y hierros torcidos. Lo había escrito con su propia sangre. Gerardo tenía destrozadas las manos, como tantas otras personas, que también buscaban a los suyos para darles sepultura digna, nadie esperaba encontrar a nadie vivo de los que sabían que estaban soterrados. Fue precisamente Gerardo quien encontró a los dos amigos, primero a Rodrigo a quien tuvo el hermoso gesto de darle descanso a sus ojos abiertos y luego a Ernesto, que sostenía fuerte aquel papelito, supo que era para él y supo a qué se refería. Lo guardó en sus bolsillos mientras se quitaba las lágrimas de los ojos, mientras atrás de él, se abrazaban un par de buenos padres y unos hermanos desconsolados.

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