Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150105

Hay carteras que envejecen mal

Relato inspirado en "Rock and Roll Dreams Come Through" - Meatloaf
Se me traba la lengua, no sé cómo empezar... Digo, es primera vez que cuento esta historia, mi historia, la historia de una cartera rockera que nadie conoce. ¿Le importara a alguien el sencillo relato de una corta vida llevada al son del rock y los vicios? Escribo desde mi exilio, mi jubilo. Que el público decida si es o no es relevante el testimonio de un accesorio como yo.

Nací en una fábrica en Asia –¿Malasia? ¿Hanoi? No sé – pero crecí bajo influencias anglosajonas y occidentales. Me apellido Ralph Lauren y en mi infancia y adolescencia conocí bodegas y vitrinas que me prepararon para mi vida adulta, para mi realización profesional. Aprendí de las carteras más grandes con las que pude convivir, y también de las cosmetiqueras más pequeñas que andaban por allí  en mi vecindario, acerca de los roles y de lo que uno puede aspirar como cartera. Las grandotas de cuero, entendí yo, estaban reservadas para un tipo de vida casta y ejemplar (o por lo menos una pantalla de una vida casta y ejemplar.) ¡Cómo se vendían las beige, las café y las negras! Tan sobria, centradas y elegantes. Y otras, más pequeñas, se iban de dónde nos tenían para ir a cumplir roles menores, más marginadas del protagonismo y la vida social, como con las salidas contadas. 

Empecé entonces a reflexionar sobre mi identidad (ese elemento impalpable que los humanos pretenden "construir", como si se tratara de edificios interios; no sé). Yo, Rosada de Puntitos Ralph Lauren, ¿qué iba a lograr? No era de esas carteras hechas para reemplazar bolsones escolares en carreras universitarias, y supe desde que hablaba con mis compañeras y con las carteras que venían bailando sobre los hombros de las clientes que no estaba lista para una vida adulta y sobria. Y venían más preguntas que me aterraban, como ¿quién irá a querer a una cartera tan fea y a la vez sencilla como yo?

En diciembre 2007 me compraron. Pasé a las manos de una joven que me dejó ser libre, ser yo misma. Luego de un proceso de aprendizaje marcado por viajes a distintas esquinas de edificios y apartamentos, caídas en la intemperie, cambios climáticos, me convertí en la cartera rockera que siempre debí ser. Somos lo que vivimos, y de vivir se trata la vida. 

Me sentía desorientada recién salida de la tienda, no podía dormir bien. Fue la primera vez que experimenté el insomnio, producto de la ansiedad. ¿Qué iba a pasar después de esto? Me llenaba poco a poco, con respeto, de dinero, lapiceros, papeles, y no sabía qué hacer con esa sensación de que cosas viajaban dentro de mí todo el tiempo. Me sorprendía, también, la sensación de frío, de invierno. Temblaba, por ratitos; sentía escalofríos producto de nuevas necesidades o nuevas funciones, quizás. Era una acompañante incondicional que le hacía frente a lo que sea, donde sea que me llevaran. Me fui acostumbrando, por años, al sonido de lapiceros, basura, cigarros, cuadernos, monederos, condones, comida. En mí habitaba todo.

He estado en días calurosos llena de arena y con insolación tras haber pasado todo el día en el mar y en largas caminatas, he agarrado olor a húmedo luego de períodos de pausa y de olvido. Me he caído y detenido heridas en borracheras, he aguantado críticas de que Ay, no llevés esa cartera tan fea y me he enamorado del cariño y el cuidado de siempre estar allí para alguien. Aunque me laven, las esquinas de mis costuras se ven cafés por la suciedad de años en la que me he arrastrado. He escapado a hablar alemán e italiano, pues he pasado tiempito descubriendo a cosas y personas en el extranjero. No me duele ya las quemadas de cigarro; hoy solo son cicatrices que me decoran y hacen que de pronto me vean mal. Tengo aguante infalible, ya que paso más tiempo despierta que ustedes, lectores, y ¿saben qué? Las carteras no envejecen igual. 

Aparentemente, ustedes envejecen mejor. Pues, a quienes he conocido de cerca –con sus quejas y reclamos, reclamos y emociones, dudas existenciales, vicios, inseguridades y sin fuerza de voluntad– envejecen mejor (sí, muy a pesar de todas esas cosas tóxicas a las que se someten, humanos). Los veo, desde mi cuerpo usado y maltratado, con mucho por delante. Yo, en cambio, "ya no sirvo." Lo pongo entre paréntesis precisamente porque mi alrededor me dice que ya no sirvo. Piensan dos veces antes de voltearme a ver sino es que me cambian por completo. Me doy cuenta de las carteras nuevas, de las que no viven mi vida desordenada, de las que pasan a usar mi lugar de compañera y alera. ¿Qué será que alejo a lo que yo más quiero? ¿O será incompatible mi personalidad con una relación duradera? Yo no sé, pero sé que en la foto de mi primera salida en la que llevaba unos chicles por si acaso, un monedero con una tarjeta de débito y unas monedas, servilletas manchadas de tinta... Sí, esa noche que llegué mojada por la lluvia y con olor a bar por primera vez... Me veo más feliz que adonde me tienen ahorita, acumulando polvo junto a la maleta para el gimnasio y la cartera de charol para la fiesta. 

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