Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150408

Azul medianoche
















No habían pasado ni cinco minutos de que el tipo aquel la había dejado tirada en la cama mirando en el techo su propia imagen desnuda, cuando decidió que no había terminado. No allí. No así. Ni siquiera le dijo su nombre, ni dónde encontrarlo cuando tuviera ganas de hablar de las cosa que solo ellos dos podían hablar, cuando tuviera ganas de cantarle canciones pasadas o futuras, o bailar enloquecida por el cuarto pateándose las esquinas de su risa, o cuando solo tuviera ganas de desparramar su pelo en almohadas dispares, con sus manos, las de él, metiéndose por todos los rincones de su cuerpo, el de ella...  Se envuelve en la sábana roja de terciopelo, como diosa griega –piensa-, como una ridícula loca que no se quisiera encontrar a la policía por esos lados –se ríe-, y baja corriendo las gradas de la habitación que hace unos pocos minutos había sido testigo de la despedida menos imaginada. No cierra puertas ni cortinas, no tiende la cama ni apaga la vela encendida junto a la rosa solitaria del vaso en la mesita de noche.

La madrugada se abre por la calle que más bien es un callejón interminable, en donde luces azules alumbran todas las miserias de la noche, colgándose derramadas por las paredes, los borrachos arrastrando sus pasos sin sentido, una pareja desteñida en una esquina viajando a otro mundo con el ácido en sus venas, almas en pena que en ese momento dejan atrás el Club Miedo. Sombras apenas, acarreando sus historias, sus pasados inmediatos, sus locuras y ganas de olvidarse de sí mismos.

A unos pasos tropieza con una mujer hecha casi nudo contra la pared, su piel y pelo lucen prematuramente envejecidos, las dos trenzas caen marchitas sobre su blusa de flores bordadas que alguna vez pudieron haber sido de colores. Junto a la mujer, tirado, un libro grueso, envejecido también por el tiempo, desteñido, decolorado, abandonado, pasado... El título y casi todas las páginas están ilegibles. Borradas. La que alguna vez fue una dedicatoria en la primera página en blanco, también.

– ¿Viste al tipo que llevaba este libro?– Le pregunta ella a la mujer de las trenzas. Esta no levanta la vista. No mira, no responde. Esconde su rostro entre las trenzas.

–¿Que si viste al dueño de este libro, mujer?

– Es flama que se eleva y es un pájaro a volar– Contesta con una voz diminuta.

– Otra vez, contestáaa, ¿qué se hizo el tipo del libro?

La mujer de las trenzas levanta la vista, los ojos blanquecinos reflejan una intensa llama azul. Azul profundo. En ese momento los últimos parroquianos que abandonan el Club corren sin remedio envueltos en miedo y gritos ya sin sentido. Al fondo la casa se incendia, tirando alas azules hacia el cielo. En cada llama que se eleva, ella mira sucederse una serie de recuerdos que nunca ha tenido: la arena tibia de una playa al amanecer, los besos y los abrazos tibios, también, las palabras que acompañaban todas esas coreografías, la luz de la calle entrando por la ventana y proyectándose en el techo del cuarto, el color del ambiente, de las pieles desnudas, de las sábanas, de sus labios; todo volviéndose azul y profundo, azul media noche, como otras media noches, y los cuerpos respondiéndose, los cuerpos queriéndose como nunca y la canción que tuvo que terminar.  Y la noche que se incendia, y la cama que se eleva...


– Eres libre de volar– Dice la mujer de las trenzas. Mientras mira a su lado el libro de las setecientas páginas consumirse en fuego.

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