Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150323

La dialéctica del No



Inspirado en "Kitsch en C" – Cartas a Felice

"Yo sería tu Humphrey Bogart, te sacara de Casablanca. " ("Kitsch en C" – Cartas a Felice)


Una noche iba llegando a su fin cuando se cayó del carro y se resbaló en la acera, empujada por Él y Ella quienes se habían dado la tarea de hablar y seguir hablando. Era un accidente, no tenía que caerse la noche: se suponía que la noche iba a ser anfitrión de una reunión inocente cuando de pronto ya estaba lisiada y ellos se quedaron viéndose a las narices en la entrada de la casa a la que no iban a entrar juntos. Ya lo habían dicho, y habían porqués regados por todos lados. Todo sucedió en ese espacio amorfo ubicado, con tacto, entre las 5 y las 6 de la mañana. Peleaban ya con el sueño, en un ring de sus palabras que bailaban con el tono cómplice que las había viciado desde hace horas, días, semanas. Un cúmulo de segundos, una y otra vez producían brindis con vasos imaginarios y corrientes frías de un río de pensamientos que chocaron contra los vidrios del carro cuando se dijeron que No. No, no fue un yo también, ni un quizás, ni tampoco una cachetada sentida – fue un No construido a base de melancolía adictiva, la melancolía que muestra el mejor lado del pathos. Está la cara del fracaso y la fatalidad, del final que no queremos, pero también el de la imposibilidad de sufrir, la carta que le gana a la posibilidad de herirse, el del subjuntivo y el condicional que vivirán atrapados a costa de un sí, por un No que los separa, rígido, en medio de dos cuerpos pensantes que saben que no saben nada. // Átame las manos para no tocarte, y que nunca se acerquen esos labios, para nunca chocar dientes y mordernos las risas, y nunca llegar el sonido de tus risas que se conjugan con los abrazos que nunca me diste. Muérdeme el cuello, pero solo en tu cabeza, y desvísteme con los ojos todos los días saltando por encima de las piernas cruzadas y los brazos abiertos, y que nunca te haga dudar una mirada, porque nunca nos vamos a ver. Si nunca nos vemos, nunca nos perderemos, y si no nos perdemos, las palabras darán vueltas a solas y seguirán siendo ellas, sin que nuestras manos arruguen las promesas que bailan con el tono de tu voz. // Y se movían, llovían, los deseos líquidos y móviles, hasta quedarse dormidos. Penúltimo juego de miradas hasta quedar hechas a un, porque las reglas no dependen de Él y Ella, porque todos tienen que obedecer a reglas más grandes que escoger adonde irse o cómo encontrarse. Las hacen los otros, y existen otros detrás de los vidrios empapados con el arrojo de palabras. Soltaron las palabras pero no las riendas, porque al fin y al cabo un poco más y podían perder incluso las palabras. Un poquito basta para perderlo todo y perder la imagen lejana de ¿qué podemos hacer con nuestras lenguas si el condicional fuera juez? // Podría desvestirme y quedarme horas en tu cama, solo hablando. Quisiera, sería, podríamos. Podría vivir feliz sabiendo que esa sonrisa que te provoqué se extiende hasta después de horas hábiles y me abrazaran tus pupilas al mismo tiempo que tus cejas. Podríamos seguir si me sueltas las manos y me miras como me miras y me hablas como me hablas. Podríamos bailar lejos de la música, o jugar a contarnos historias que no conmueven, un intercambio de pedazos de las ideas que se coquetean aunque no me mires. ¿No sería genial encontrar escapatorias y llegar a los mismo lugares por caminos distintos? Valdría la pena el esfuerzo sin esfuerzo de acercarnos. // La deliberación comenzaba a casarse con la idea de lo inconcluso, apagando a las curiosidades inquietas que habían decidido reclamar todas las veces en las que no les habían dado voz ni voto... pues dejó de pelear la incertidumbre ante la dialéctica del No que venía con su amigo Jamás. Ya no importaban las preguntas de sus cuerpos ni de sus gustos, pues era más grande la masa de resignación que había que tragar, el difícil proceso de pasar por encima de todo. ¿Cómo hacer de lado algo invisible que se mete e interfiere con la inocencia? Un abrazo que cierre tratos, un beso con tacto, una mano amiga, un paso hacia atrás. Volvamos amnésicos, dijeron los jueces que se escondían debajo de la calle de piedras, y vivamos en la promesa de que si nunca empieza, nunca termina. Hagamos de caso de que no importa, que no es para tanto, que estamos contentos con nunca saber cuáles son los límites, si es que hay límites, cuánto quisieran callarse los monstruos que asustan, que separan, que callan. Dejemos al sí en la calle y que no nos moje la lluvia, porque después los que se mojan en la lluvia caen en cama con fiebre. // Podríamos hacer cuenta y caso que así pasa siempre, que no es inusual, que qué exagerado. Deberíamos guardar lo que podamos y deshacernos de lo demás, sin nunca decir nada, sin tener que hacer nada. Si hiciéramos más, no nos quedara más que reemplazar las excusas por razones, contar con momentos y no con ideas, escupir sentimientos que se agachan y conocer más a qué hay atrás de un No que defiende la inocencia. 

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