Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150518

Saturno
















Ya solo se quedaban ellos dos a sí mismos. El pueblo de pocos habitantes se había ido quedando desierto después de que la ola de calor, que más bien era un mar de calor; se intensificara unos meses atrás. Era invivible ese lugar, había dicho el último habitante antes de abandonar el pueblo en su camioneta del 75 que se iba cayendo a pedazos por el camino.

Desde entonces solo eran ellos dos: ella y el perro, el perro y ella.

Había quedado allí, el can, como tantas cosas que quedaron luego del éxodo masivo. A ella le dio por llamarle Saturno, y seguía todos sus movimientos. Que eran pocos, de hecho, ya que el sopor del día la hacía mas bien tenderse en la sombra ronca y oscura de su casa, meciéndose por horas y horas en una hamaca de colores que se había encontrado por allí, en una de las casas abandonadas.

Y es que ahora todo era suyo. Todo lo de las casas abandonadas. Incluyendo a Saturno.

Por las noches, cuando el calor era pasable y soportable, se iban por las calles abandonadas del pueblo a visitar casas, a tirarse en los amplios pisos de barro, a sentarse en los patios con sillas de hierro, a contemplar las estrellas desde las puertas, desde las ventanas cayéndose, a pensar que podría haber algo más allá de esas paredes y puertas y ventanas.

Pero no había nada. Nada iba quedando, solo silencio y Saturno y ella caminando por las noches.

Caminando entre los silencios de las calles, pateando piedras mientras buscaban algo de comer, para abastecerse de agua en el desolado pozo en medio de la plaza, que esa noche descubrieron que había quedado vacío. Esa noche ya no hubo más. Miró a Saturno a los ojos cuando el sonido del balde sonó hueco en el fondo. Saturno la miró de regreso con los párpados caídos y moviendo levemente la cola.

Ella sonrió y le sobó la espalda. Despacio. Sabiendo que de allí en adelante todo terminaba.

Se fueron a dormir tirados en un patio de loza roja abierto al cielo. Ella, pensando si tal vez era la hora de emigrar. Pero ¿a dónde? Pensando en qué momento habrían de desaparecer los dos consumidos por el sopor y los vapores de alguna tarde. Pensando en Saturno como su única compañía, si lo habría de ver cerrar los ojos, o qué haría el perro si ella se iban antes. Era mejor dormir. Tratar.

(Soñó con zopilotes llenando el cielo. Con zopilotes cubriendo el cielo de negro)

Cuando despertó apenas podía moverse, aunque tampoco quería. Llamó a Saturno con un hilo de voz. Pero Saturno no estaba allí. Ni en la calle aledaña, ni en el parque del pozo, ni al final del pueblo.

Saturno no estaba.

Y solo se quedaba ella misma.


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