Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150504

Leonor

Relato de Graciela Aguilar @GraceCrayola (NonGirly Blue invitada) inspirado en Ostatnie Lato XX Weiku de Komety

Tengo un concepto del amor errado, lo sé. No me importa. Hace unos años espero acá, sentada en este tronco de pino, al hombre que dejé ir pensando en su bienestar, mas no en el mío. Muchos dicen que mi idea era descabellada, dejarlo ir fue un error. Pero creo fervientemente que el corazón habla con más lógica que la cabeza, máxime cuando lo hace quedito.

No me quejo de mi soledad, se aprende a vivir con ella y de ella. La casa donde me refugio me quiere y yo a ella. Las paredes desgastadas por el tiempo me protegen de la lluvia y el viento, del sol y la nieve. ¿Cómo podría tener alguna queja si me trata tan bien?

Hace ya mucho que no lo veo, he perdido la cuenta. No me duele... o quizás un poco, pero no quiero arrepentirme. Lo amé hasta la saciedad, hasta que dejé de ser yo misma, el sentimiento era mutuo, pero dicen que tanto cariño hace que pierdas la perspectiva, tambalea tu mundo y eso le pasó a él. Necesitó irse y lo dejé.

Cuando tomó sus cosas me dijo que quería conocer el mundo, pues nos habíamos alejado de él. No le insistí en que se quedara, él tiene derecho a ver más allá de esta casa y ese bosque que nos rodea, del lago y las rosas que nos saludaban cada mañana. 

Lo único que le pedí es que no se despidiera. Así fue. Lo extraño, pero la soledad es buena consejera, aunque solo escuche mi voz y el susurro de la madera de la casa. No más. 

Cada mañana me siento en el pino y lo espero. Hace ya mucho que lo hago y no viene. Tengo fe de que vendrá, no sé cuando, no sé cómo, no sé si se acordará de cómo llegar hasta aquí, si recordará mi rostro, mis manos. No lo sé.

Las noches se me hacen más largas, me odio por dejarlo ir. Una voz dentro de mí me reprocha que por qué no me fui con él. La callo a golpes de razón, pero no entiende y me desespero... lloro.

Sigo creyendo que algún día regresará. Lo necesito y deseo que él me necesite. Las rosas me siguen saludando. Sembré tulipanes.

El tronco de pino sigue en el mismo lugar, bajo el frondoso amate, ese mismo donde hace 12 años me pidió que me casara con él.

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