Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150504

No te enamores de un hombre que canta



- ¿Vas a ir a verlo?
- Sí, quiero conocer dónde vive.
- Esa es una excusa. Te está gustando
- ¿Y qué tiene de malo?
- No te enamores de un hombre que canta. Si comienza a hacerlo, corre. Peor si canta mientras cocina. No hay regreso de un hombre que canta.

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Esa casa en la playa tenía un encanto de principios de siglo. El techo se caía a pedazos con elegancia, las paredes con vigas de madera se quejaban constantemente del viento, las baldosas tímidas habían dejado de brillar varias décadas atrás y las cortinas parecían esqueletos de fantasmas. Pero toda ella tenía la gracia de sonreír entera.

Al entrar había un perro raquítico. De esos encantadores que muestran más costillas que colmillos y su cola no distingue buenos de malos.

Me recibió su dueño con la misma sonrisa canina. Habíamos decidido cocinar mientras bebíamos algo y darle tiempo al sol de desaparecer con la lentitud de quien no quiere morir.

Esa cena fue un baile. La risa hervía más lento que el fuego y los temas de conversación se derretían con la mantequilla. No recuerdo de qué hablamos porque de pronto aparecimos sentados a la mesa compartiendo ideas como ensalada.

El plan era visitar un nuevo bar cerca de la zona. Lo habían publicitado semanas antes y sirvió de excusa para mi viaje. Cuando vimos la hora, era muy tarde para salir a disfrutar la noche y la solución fue disfrutarla en una hamaca. En una sola. Con besos tardos, manos pausadas, miradas mordaces y una noche que nos encontró queriendo querer.

Cuando se levantó para traer más vino, lo escuché cantar. Cada paso era pronunciada la estrofa de una canción que descubrí cuál era; pero seguramente le gustaba mucho porque cantaba con alegría. Entonces recordé las palabras que sentenciaron el momento: "no te enamores de un hombre que canta".

Entendí que la alegría de la música agrava el amor. La contentura de unos besos empeora si se le pone ritmo y las ganas de querer se hace honda si encuentra una buena letra para recordarse. Regresó cantando y sonriendo. Sin garantías de nada porque no las necesitaba; pero sin posibilidad de salir de salir de él. De esa alegría que me hacía preguntarme qué más tendría para mi. Y mientras saboreaba mis labios escuchaba mi propia voz por dentro: "no te enamores de un hombre que canta... no te enamores de un hombre que canta..."...



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