Cuando la música se convierte en inspiración

Cuando la música se convierte en inspiración y la inspiración se transforma en historias es cuando nace Non-Girly Blue.

Somos un experimento literario conformado por mujeres amantes de las letras y la música. Cada quince días nos alternamos para recomendar una canción sobre la cual las demás non-girly blues soltamos la imaginación y nos inspiramos para escribir... escribir relatos, historias, cuentos, personajes y a veces hasta poemas. ¿Y por qué no pues?

[Publicaciones y canciones nuevas cada quince días]

20150518

Trazos

Relato inspirado en Kashmir de Led Zeppelin


Se miraba al espejo y se sentía extraña, se preguntaba si acaso los otros la mirarían mal y si era ésa su verdadera cara. El pelo, los ojos... todo encajaba pero no encajaba. Se preguntaba si acaso serían de piel azul, quizás blanca. También pensaba que los rayos eran lanzas doradas que tiraban desde las nubes y creía que los arcoiris eran puentes a otro mundo. Pensaba en cosas extrañas y no se aburría. Pensaba que los espejos eran entradas a otras dimensiones y le aterraba verse en ellos cuando no había luz. Pensaba y pensaba, sin jamás dejar ver por fuera que pensaba. La creían idiota por tanto silencio. Nadie imaginaba las galaxias creadas en su mente en tan solo minutos.

Recogía sus apuntes y papeles tostados y volvía a la mesa del jardín para dibujar algo más. Sí, los ángulos de un rostro se entendían mejor si los dividía en figuras geométricas, así descubrió que todo se dibujaba mejor con puras líneas, curvas y articulaciones. Volvió a verse y se dio cuenta que su cara no tenía una forma ovalada pero tampoco era redonda, notó que sus ojos tenían una forma almendrada y su boca tenía un lunar pequeño en el labio inferior. Decidió que observaría todo a su alrededor para dibujarlo mejor. Se dio cuenta que las telas brillaban, que las arrugas se podían ver preciosas y que el pelo movido por el viento era casi siempre lo más elegante que una persona podía tener. Ponía atención especial a sus pies. Cada dedo estaba enlazado al otro por una fina membrana, corta. Si la hacía más larga, sus figuras parecerían peces.

Cuando le hacía falta un lápiz, dibujaba con los dedos y en el aire, estudiaba las formas. Las manos le temblaban sin un lápiz en ellas. Primero fueron lápices, luego pinceles, luego plumas, lapiceros, cualquier cosa que tuviera tinta. Pasaron los años... siguió con el mismo vicio. De pequeña manchaba las paredes, siempre dibujaba. Ya mayor, dibujaba. Lo único que cambió fue el lugar. Una nube, una flor, algo, cualquier cosa. Luego le dio por dibujar hojas, plantas, plumas y alas. Llenaba cuadernos propios y ajenos de garabatos que nadie entendía. No compartía sus delirios con nadie mas pero así era feliz. Siempre quiso un hermano que le enseñara a jugar rudo y a correr, alguien que la protegiera y que la acompañara como un dócil gigante guardián. No había ni hubo un hermano, así que siguió dibujando sola. Mezclaba colores, usaba nuevas líneas y coleccionaba objetos pequeños con formas interesantes: un caracol, una perla suelta, un dije sin cadena, un peine de juguete, un camafeo, una barra de incienso, un trocito de encaje, una argolla sin par, un anillo roto, un cromo suelto. Los combinaba, romántica ella, de tal forma que ninguno se quedara solo.

Pasó años pensando que los juguetes cobraban vida por las noches, por culpa de Andersen y sus cuentos. Lloró luego con el Príncipe Feliz de Wilde y con el ruiseñor de Andersen, se enfureció con Barba Azul de Perrault y adoró a la Pastora de Gansos de Grimm. Platero la deprimió y el Principito la inspiró. Se enamoró perdidamente de Florentino Ariza y se identificó con Fermina Daza. Sintió los huesos de Scherezade como los propios y aprendió a temerle a las aglomeraciones de pájaros. Descubrió que las letras se podían juntar en historias imposibles y comenzó a escribir las suyas también. Seguía siendo feliz en su soledad y su mundo inventado.

El tiempo hizo de las suyas y la niña alucinada se convirtió en mujer racional, ocupada, arraigada. Ya no hay lanzas doradas ni piensa en los otros. Y se aburre.

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