Relato inspirado en Nombre de Guerra
de Héroes del Silencio.
A Erminio,
que se murió sin saber mi nombre.
- Viera compadre, qué feo fue encontrarla.
- Ya le dije, compadre, que no ande yendo a la cantina tan noche.
Mi abuela cuenta que una vez rescató a mi bisabuelo de la Siguanaba. Hay que decir primero que mi bisabuelo era un campesino muy dado a la bebida, en palabras de nuestro pueblo, era bolo chichipate. Campesino, bolo... y de paso indio.
1932 no era un tiempo tranquilo para vivir, en especial si vivías en Panchimalco, no sabía mi bisabuelo que jamás sería un lugar bueno para vivir. Las apariencias engañan... la matanza del 32, la guerra, las cortas en las fincas, los terremotos, otra vez la guerra y ahora las pandillas. Panchimalco está maldito, tal vez sea por la Puerta del Diablo, tal vez porque ella siempre ha rondado ahí.
Mi abuela tuvo que pedirle ayuda a sus hermanos mayores, ella era una muchachita de doce años cuando esto pasó, entre los cuatro sacaron a don Erminio Tecpan de un barranco. Alguien les había llegado a avisar a la casa que allá por el nacimiento de agua se oían gemidos de alguien agonizando. Mi abuela se asustó y fue a ver si no era su papá el que estaba boqueando en el fondo de la quebrada. Sabía que mi bisabuelo siempre pasaba por ahí para acortar el camino, más cuando venía de la cantina.
- ¡Tata! - gritó Sebastiana - ¡Rubén, vení... mi papá se está muriendo!
Mi tío abuelo Rubén fue el primero que se murió de todos los hijos de mi bisabuelos. En febrero del 32 lo agarraron los de la guardia y lo fusilaron porque dijo su apellido indio. Faltaba un mes para que eso sucediera. Tenía 14 años.
Entre Sebastiana, Rubén, Luis y Armando lograron sacar a mi bisabuelo del fondo del barranco, la curandera que llegó a la casa a auxiliarlo era tan anciana y tan ciega que tuvo que palparle todo el cuerpo para saber dónde poner las cataplasmas de chichipince y donde poner las regletas de bambú para que los huesos pegaran rectos. Tenía cinco fracturas. La cosecha de aquel año deberían de sacarla los hijos, él estaba incapacitado.
Erminio Tecpan se había quedado viudo, su mujer se murió de un "parto helado", ahora ya no se usa ese término, se desangró pues, mi bisabuela se murió cuando le dio la vida a mi tía abuela Hortensia, 7 años antes. La camada estaba compuesta por Armando, Luis, Rubén, Alicia, Sebastiana, Carlos y Hortensia. Debido a su recuperación, todos los varones se fueron a trabajar a "la finca", así llamaban a la propiedad del patrón. Cortaban café algunos y otros cultivaban hortalizas. Las muchachas se quedaron en la casa, cuidando al tata y preparando almuerzo para los hermanos que estaban echando riata en la tierra del patrón.
- Tata, te viene a visitar don Manuel - le anunció Alicia.
- Pase compadre, siéntese.
- Puchica, compadre... qué jodido quedó... ¿y qué le pasó pues?
- ¡Cállese compadre! Yo dije "hoy si ya me morí"
- Ya le he dicho, que no ande agarrando zumba, no ve que estos cipotes algunos todavía están chiquitos, los va a dejar solos, más que las cipotas ya se le están poniendo bonitas, más la Alicia que ya va quieriendo...
- Mire compadre, si me llegara a pasar algo se los encargo y ahí a la Alicia mejor que sea mujer suya y no de otro.
- Compadre, deje de estar hablando brutadas. Menos mal que la Tanita lo fue a rescatar.
- Ella dice que le avisaron, pero a saber quién. Nunca me lo ha dicho, pero yo creo que ve finados, compadre. Su nana era así... y la niña Tencha siempre me la anda sonsacando para que sea su aprendiz.
- No la deje, compadre, la niña Tencha tiene fama de hacer el bien, pero también el mal. Hasta dicen que la esposa de mi General Martínez la mandó a llamar para que una su cuñada se muriera en el mar cuando iba para las europas, dicen... usted no me crea... pero como no hay que creer sin dejar de creer, compadre.
Panchimalco estaba maldito, abundaban las brujas y los indios lambiscones de los ladinos, por cualquier chambre te taleguiaban o te amarraban a un palo en la plaza central y te tenían ahí a pleno sol y lluvia y nadie te podía dar de tomar agua o darte de comer algo. Sino también te amarraban.
- Bueno, pero ya en serio... y qué fue lo que le pasó pues, compadre.
- Ay, don Manuel, ayúdeme a darme vuelta, ya no aguanto estar de este lado... ay, ay, ay... despacito, don Manuel... puta, compadre, despacito le dije...
- Esto es para que deje de andar de bolo, no ve que se va a morir y ni cuenta nos vamos a dar.
- Que me muera de la talega no importaría, viera compadre, creo que la Siguanaba me salió la noche que me caí, más que era noche de luna, estaba bien clarito. Venía yo tranquilo, no había podido ir donde las muchachas porque no me alcanzó, así que me vine para la casa, subiendo por el ojo diagua venía cuando la vi que venía. Viera que chula era, compadre. Yo hasta me confundí, creí que era la sobrina de la niña Tanchito, como esa cipota si es bien coscolina y que dicen que se conforma si le dan un su racimo de plátanos o cualquier cosita, pensé en decirle si se dejaba. Cuando se acercó vi que no era ella, de todos modos era bien chula, si hasta en lo oscuro se le veían los cachetillos chapuditos y las chiches ni le cabían en el vestido. Traía el pelo suelto. Bien negrito, negrito y largo, y aquellas nalgas de potra... yo dije "jum... aquí si ya la hice" y cuando se acerca la saludé, le dije "noches le de dios, niña", se detuvo y me dijo... "a usté lo andaba buscando don Minio, me dijo la niña Chon le debe un favor y que se puede cobrar con yo". Ahí ya no atiné.
- Diocuarde, compadre. Usted como que no tuviera temor de Dios. ¿Por qué se presta a esas cosas, compadre? Imagínese lo que ha de sufrir en la otra vida la comadre... usté no piensa que allá en el alto cielo se la va a encontrar y lo va a garrotiar y con justa razón.
- No creo que me garrotee, compadre. Ya pagué, deje que le termine de contar... pues la muchacha que me dice eso y que se me acerca y me besó en la boca.
- ¡Gran Podre de Cristo! compadre, eso ha de ser puritito pecado.
- Yo creí que me iba a tragar. Sentía su lengua por toda mi cara. Yo ni atinaba a qué hacer, ni dónde poner las manos, porque puesi, uno de hombre es el que hace esas cosas, las mujeres de bien no hacen eso. Ahí caí en la cuenta que segurito era mujer de vida alegre. Más por lo que me dijo...
- ¿Y qué le dijo, compadre?
- Al inicio no le entendía porque hablaba jadeando, como si hubiera pegado una gran carrera. Cuando logré entenderle decía... "pisame, pisame rico por favor".
Seguramente don Manuel jamás en su vida había escuchado semejantes cosas, ni cuando se animaba a ir a la casa de la niña Tanchito, reconocida prostituta y regenta del burdel del pueblo. Escuchar aquel relato de su amigo, que ahora estaba postrado y regañado por sus hijas, porque las cipotas no sabían los detalles, pero sobre todo Sebastiana se lo imaginaba.
- ¿Va querer un cafecito, don Manuel? - dijo la niña.
- Si me haces el favor, mamita.
- La Tana anda bien rara, me cuida pero se me queda viendo como resentida, compadre.
- Y con razón, no se haga el maje, compadre. La cipota ya va sabiendo de seguro que usted no andaba en buenos pasos.
- Le digo... a mi la Tanta y la Tencha me dejan en qué pensar, son bien de otro mundo, como su nana. Siempre hablan solas y dicen que ven aparecidos y la Tencha tiene esa maña de andar trayendo todo animal roñoso que se encuentra en el camino a la escuela. No ve que la Tana fue la que me dijo que a mí la Siguanaba me había salido, me lo dijo solo a mí, así quedito, para que los otros no supieran. Me dijo que sabía por las grandes calenturas que me dieron y porque en los ojos se me echaba de ver.
- Ay, compadre...
- Vaya, don Manuel, aquí le traigo - dijo Sebastiana poniendo la taza de barro en un taburete de madera - no se vaya a quemar que está hirviendo.
- Gracias, Tanita.
- Hija, deberías de ir a traerte unos elotes allá donde tu tía Licha.
- Vaya, tata.
La Tana, como la llamaban, estaba destinada a ser mi abuela, pero primero tenía que sobrevivir a la matanza, a conocer a mi abuelo, a parir a sus siete hijos, a que se le murieran dos, hasta que la menor de todos, llegara a este mundo para que tuviera el destino de ser mi mamá... me habría gustado conocer a mi abuela, dicen que con el tiempo si afinó sus artes y llegó a ser una reconocida pitonisa de la zona de los Planes de Renderos, obvio que tuvieron que salir de Panchimalco luego de la matanza, fue cuando a mi abuelo se le ocurrió que como todos sus hijos tenían nombre ladino, la salvación sería cambiarse el apellido y disimular así un poco, pero para entonces ya habían fusilado a Rubén. Tecpan nunca más se usó en mi familia. Todos somos Palacios ahora, ese es mi segundo apellido.
- Bueno, compadre, termine de contarme.
- Pues nada, que quitándole la ropa estaba cuando de repente sentí un graaaan frío, como si todo el sereno me cayera de un solo, solo a mí. Y voy sintiendo como se le fue arrugando la piel y cuando le vi la cara era feísima, era como un diablo, con unos grandes dientes chucos, chucos, las greñas se le habían hecho grises y me enmarañaba con ellas. Me decía... "hoy si te jodiste" y yo gritaba, compadre, gritaba... y le pedía santo auxilio a Dios, cuando me soltó fue que me fui así para el barranco... ni sentí los golpes, solo la alcancé a ver que iba corriendo como si fuera un gran mono para dentro de la loma y se carcajeaba y decía mi nombre... "Erminio, estás maldito". Cuando vine a abrir los ojos a la que vi fue a la Tanita, lloraba la pobrecita... y me decía "Tata, no te muras, no te muras" al ratito llegaron los cipotes y entre todos me trajeron a la casa.
- Le digo, compadre, fuera bueno que se confiese con el padre y que le venga a echar agua bendita a la casa, imagínese que esa animala quiera venir a llevárselo de vuelta.
- No sé, compadre, no quiero asustar a los cipotes, solo la Tana fue la que me dijo que ella si sabía... pero que no le iba a decir a nadie. Ahí anda poniendo morritos con agua en la entrada de la casa todas las noches, dice que con eso no entran los malos espíritus y que si la tal Siguanaba vine, que ella la va a cachimbear, que ella no le tiene miedo ni a ella ni a ninguna puta.... imagínese, compadre, mi cipota hablando de putas... yo seguirito me voy a ir al infierno directito... la Chenda me hace tanta falta para criarlos.
- Puesí, compadre, si eso es cierto, la comadre le hubiera criado bien a todos los cipotes, sino mire al Armando, ya está grande, también Luis, no crea... en cualquier ratito le avisan que se van porque se van a acompañar. Tanta cipota chula que hay por la finca.
- El que me preocupa es Rubén, no le veo que le agarre al cultivo, tal vez lo mande a aprender un oficio mejor, allá a San Salvador, creo que haciendo el sacrificio bien lo puedo mandar de aprendiz de zapatero o sastre.
- Bien, dígales a sus cipotes que no anden tan noche solos, no solo por lo que le pasó a usted, el tiempo se está poniendo bien feo. Bueno compadre, me voy, antes de que se me haga noche. Cuidese y voy a ver cuándo vengo otra vez para que demos otra platicadita.
- Vaya con Dios, compadre.
La gente dice que este tiempo es terrible, pero no se ponen a pensar que esto siempre ha estado así. A Rubén lo mataron justito un mes después, toda la familia de mi bisabuelo tuvo que salir corriendo porque la guardia venía quemando casas, matando hombres y violando mujeres, se robaban los animales... todo lo arrasaban.
De la vieja casa lo único que se llevaron fue una planta que estaba en una macetita de barro, esa planta ha sido parte de la familia durante años, es decir, los hijos de aquella planta que rescató la tía Tencha, pero de esa historia te voy a hablar la próxima vez que nos veamos. Sí, yo sé que te tenés que ir, tu mujer ha de estar pensando que a saber dónde estás, ya vi que te llamó dos veces al celular. El otro miércoles no voy a estar disponible, tengo que ir a Santa Ana a atender a un cliente, pero el jueves bien que nos podemos encontrar. No, no te preocupes, ya casi no me duele, además así te gusta a vos, a mi lo que más me gusta es la platicadita que nos damos después de pisar. Si, son $75. Nos vemos guapo.